martes, 3 de enero de 2012

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OPINIÓN | Médicos Sin Fronteras

Mantener la financiación: cuestión de vida o muerte

Distribución gratuita de insecticidas de larga duración a los niños. | Efe Distribución gratuita de insecticidas de larga duración a los niños. | Efe
Aitor Zabalgogeazkoa * | Madrid
Actualizado lunes 02/01/2012 12:22 horas


Cuando el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria anunció que había cancelado su nueva ronda de financiación porque no tenía fondos, quienes formamos parte de Médicos Sin Fronteras (MSF) sentimos de inmediato un dolor similar al que te produciría una patada en el estómago.
La noticia no ha podido llegar en peor momento, pues tras muchos años de durísimo trabajo, y gracias a los nuevos avances científicos, estábamos comenzando a vislumbrar la luz al final de túnel: la posibilidad real de acabar con estas enfermedades que matan a millones de personas cada año. Sin embargo, los financiadores han decidido zstrong>incumplir su compromiso con el Fondo Mundial, así que, en lugar de seguir por la senda que llevaría al retroceso de estas epidemias mortales, los países más afectados por estas tres enfermedades pueden volver a ser testigos de un nuevo avance de las mismas, con las consecuencias humanas y económicas conocidas por todos.
Los programas de tratamiento de MSF están principalmente financiados por aportaciones de donantes particulares, pero los ministerios de sanidad de la mayoría de los países que luchan contra el sida, la tuberculosis y la malaria dependen en gran medida del Fondo Mundial. Este mecanismo, que en enero cumplirá diez años, ha contribuido desde su creación a impedir una media de un millón de muertes al año. Hemos podido comprobar que, gracias a los fondos que año tras año se han ido desembolsando a través del mismo, los ministerios de sanidad de decenas de países han conseguido implantar de manera exitosa programas que jamás se hubieran podido llevar a cabo sin su apoyo.
España ha pasado de ser el cuarto donante mundial a terminar 2011 sin hacer ni una sola aportación al Fondo Mundial
Pero los donantes están dejando al Fondo Mundial en la estacada, con algunos reteniendo o retrasando las aportaciones prometidas, y con otros sin aportar un solo euro. Es el caso por ejemplo de España, que ha pasado de ser el cuarto donante mundial y uno de los abanderados en la lucha contra el sida a terminar el año 2011 sin hacer ni una sola aportación al Fondo Mundial.
Sin recursos para costear nuevas propuestas hasta 2014, el Fondo ha comunicado a los países más afectados que durante los próximos tres años no podrán ampliar sus programas de tratamiento del VIH, a menos que las subvenciones ya hayan sido aprobadas. Los programas para la lucha contra la tuberculosis y la malaria también se verán afectados, y en la práctica esto significa que los ministerios de sanidad se verán obligados a denegar la incorporación a los tratamientos a personas que lo necesitan con urgencia y a proporcionar medicación menos eficaz a los pacientes que ya están en tratamiento, ya que las nuevas generaciones de medicamentos cuestan demasiado dinero.
Lo más paradójico es que esta situación se produce justo en el momento en el que habían surgido una serie de avances científicos muy significativos que podrían dar un vuelco a la lucha contra estas tres enfermedades.
Fijémonos por ejemplo en el sida. Hace diez años, en países como Tailandia y Sudáfrica, MSF puso en marcha programas piloto que desafiaban la propia idea de que el tratamiento no se podía implementar entre pacientes y comunidades sin recursos. Este año, cuando la epidemia ha cumplido treinta años, las investigaciones han demostrado que el propio tratamiento del VIH es una herramienta decisiva para hacer retroceder la pandemia. Una persona que reciba tratamiento en un estadio temprano de la enfermedad tiene un 96% menos de probabilidades de contagiar el virus a otros. Sin embargo, a día de hoy, la mayoría de personas que han dado positivo en los análisis siguen sin recibir tratamiento.
Sabiendo ahora que el tratamiento del VIH es también una herramienta clave para su prevención, estamos ante una oportunidad histórica para revertir el curso del sida y lograr tener una generación libre del virus dentro de pocos años. En este momento tan crucial, los donantes deberían apostar decididamente por hacer un esfuerzo financiero para que los países receptores de las ayudas pongan en marcha programas con los que logren cambiar el rumbo de la epidemia. En vez de esto van a tener que echar el freno y todos pagaremos las consecuencias sociales y económicas de un decisión tan miope.
"Lo más paradójico es que esta situación se produce justo en el momento en el que la ciencia ganaba la batalla a estas tres enfermedades"
Fijémonos ahora en la tuberculosis. Por primera vez, el número de casos en todo el mundo está disminuyendo, aunque sigue siendo escandalosamente elevado para una enfermedad que es curable, con un aumento de variantes letales resistentes a los medicamentos.
También aquí, se ha demostrado que la mejor prevención es el propio tratamiento y que las personas que lo siguen resultan menos infecciosas. Además, a lo largo de 2011 ha empezado a utilizarse en diversos países un nuevo avance en técnicas diagnósticas que ha mejorado la capacidad de determinar quién tiene TB resistente a los medicamentos, lo cual permite someter a los pacientes a un tratamiento adecuado. Por ese motivo, ampliar el tratamiento a otras personas que lo necesitan se ha convertido en una cuestión de máxima urgencia.
Y por último, fijémonos en la malaria. Acciones simples como proporcionar mosquiteras y hacer disponible una terapia corta y efectiva han logrado reducir la incidencia de la enfermedad y disminuir considerablemente las tasas de mortalidad por formas severas de malaria en niños.
Sin embargo, en muchos lugares los niños siguen siendo tratados con quinina, que es más barata, pero inefectiva. A la espera de avances científicos prometedores en un futuro inmediato, la realidad es que la malaria sigue matando a cientos de miles de personas cada año, la mayoría de ellas niños. MSF estima que cambiar el tratamiento para las formas severas de malaria sólo costaría alrededor de 30 millones de dólares más, y que con esa inversión podrían salvarse 200.000 vidas al año.
Nunca ha existido un momento más oportuno para, a partir de los avances conseguidos y de las nuevas pruebas científicas, acabar con estas epidemias. Los países afectados deberían asumir su responsabilidad. Muchos de ellos quieren asumir un mayor rol a la hora de asumir los costes. Uganda, por ejemplo, quiere duplicar el ritmo al que la gente se somete a tratamiento para el VIH, y Uzbekistán quiere incrementar de forma significativa el número de personas que reciben tratamiento para la TB resistente a los medicamentos.
Pero estos países no pueden hacerlo solos. Así que, ¿de dónde vendrán los fondos, si en la puerta de entrada del Fondo Mundial se ha colgado un cartel que dice 'no se aceptan nuevos proyectos'?
Es hora de que la Junta del Fondo Mundial acabe con su pasividad y haga sonar la voz de alarma por la urgencia de la situación. No puede conformarse con una asistencia racionada y con unas ambiciones truncadas debido a que los financiadores les han dado la espalda.
Los financiadores que se comprometieron a aportar fondos tienen que pagar, las cifras son modestas y los beneficios inmediatos son inmensos.
La Junta del Fondo Mundial debe convocar una conferencia extraordinaria de donantes en los próximos meses que recaude los recursos necesarios para poder poner en marcha nuevos programas en 2012. Los financiadores que se comprometieron a aportar fondos tienen que pagar, las cifras son modestas si se comparan con otras áreas y los beneficios inmediatos son inmensos. Y los poderes económicos emergentes como China, India y Brasil, que todavía tienen que hacer su aportación este año, deberán también asumir su responsabilidades.
En el caso de España, la situación económica que atraviesa el país y la reducción de la Ayuda Oficial al Desarrollo quizás no permita mantener las aportaciones al mismo nivel que en los últimos años. Pero no hay justificación posible para que dejemos completamente de lado y de manera tan abrupta a todas las personas que dependían de nuestra contribución anual para seguir recibiendo medicamentos. Es inadmisible que ahora que el Fondo Mundial cumple diez años, su amargo balance sea un vacío de tres años en la lucha contra estas tres enfermedades.
Hemos visto a muchos pacientes morir de sida, de TB y de malaria. Pero en los últimos años, sobre todo hemos visto a muchos más sobrevivir a estas enfermedades. El Fondo Mundial es una de las iniciativas globales por la salud más ambiciosas de la historia, y millones de personas que hoy viven gracias a ello son la prueba de este éxito. Es así de simple: no podemos desperdiciar la oportunidad que se nos presenta para asestar un golpe definitivo a estas enfermedades.


* Aitor Zabalgogeazkoa es el Director General de Médicos Sin Fronteras. En 2010, la organización médico humanitaria proporcionó tratamiento para el VIH a más de 180.000 personas en casi 20 países, tratamiento para la TB a 30.000 pacientes, y tratamiento para la malaria a 1,6 millones.
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