lunes, 15 de junio de 2009

INMUNIZACIONES - políticas sanitarias aplicadas


“Invertir en programas de vacunación mejora la economía de los países”
12 Junio 2009 · Rafael Pérez Ybarra. Madrid
Prof. Stanley Plotkin, padre de la vacunología moderna
JANO.es

Hace más de 40 años que el Prof. Stanley Plotkin descubrió la vacuna contra la rubeola, la que hoy se utiliza en todo el mundo y que ha conseguido erradicar la enfermedad en los países desarrollados (el último brote epidémico se produjo en 1964-1965). Después de un largo periplo dedicado a la búsqueda de vacunas en el Instituto Wistar y en la Universidad de Pensilvania (EE.UU.), Plotkin “se ha pasado” a la industria. Actualmente es asesor ejecutivo de Sanofi Pasteur. Considerado el padre de la vacunología moderna, afirma que en los últimos 20 años se han dado pasos de gigante. Es profesor emérito de la Universidad de Pensilvania y acaba de ser investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid, ciudad en la que ha impartido una conferencia en la Real Academia de Medicina.

–¿Es posible la vacuna perfecta?
–La vacuna perfecta debería tener una eficacia del 100% y también proteger a los no vacunados por el efecto de grupo. Si la cobertura es lo suficientemente grande, la mayoría de las vacunas pueden ser buenas. Y para lograrlo tenemos que conjugar una serie de variables: microbiología, inmunología, salud pública, epidemiología y serendipity (casualidad).

–¿Cuáles son en estos momentos las vacunas prioritarias?
–Es urgente encontrar una vacuna contra el VIH y, por supuesto, contra la malaria, pero no podemos olvidar la tuberculosis del adulto, el citomegalovirus, el dengue, la hepatitis C, el meningococo C y el virus respiratorio sincitial. Ahora contamos con nuevos métodos para desarrollar vacunas, como las proteínas recombinantes genéticamente inactivadas, la vacunología inversa, las vacunas combinadas o la inducción de la inmunidad innata. Además, vamos a disponer de vías de administración distintas a las tradicionales, como las vacunas intranasales para la gripe, con aerosoles para el sarampión o la rubeola, rectales para enfermedades de transmisión sexual (ETS), y también orales o transcutáneas. Y contamos con nuevos adyuvantes muy eficaces. Y, por supuesto, no hay que olvidar la aparición de nuevas amenazas virales –la gripe A (H1N1) y el H5N1– que suponen un nuevo reto.

–Hace apenas 2 años dijo que los países más necesitados de vacunas son precisamente los que menos las reciben. ¿Hemos avanzado algo en este sentido?
–Las cosas han cambiado poco o muy poco, pero la noticia positiva es que están cambiando debido a 2 variables: la primera, gracias a iniciativas de fundaciones como la Bill & Melinda Gates, que están consiguiendo una mayor inversión en la investigación e implantación de programas vacunales en los países más necesitados. La segunda, y no menos relevante, es que algunos de estos países en los que no existían dichos programas y que no reconocían el valor de la vacunación han cambiado de parecer. Algunas de estas naciones, como por ejemplo Ruanda, están empezando a reconocer que la vacunación es buena para el país desde un punto de vista económico y de desarrollo. De hecho, este país está experimentando un renacimiento económico que lo está convirtiendo en uno de los países más prometedores en África. Lo mismo está pasando en Asia: China, Indonesia y Tailandia, por ejemplo, han reconocido la importancia de los programas de vacunación.

–¿Qué actores deberían estar implicados en resolver este grave problema?
–Avanzamos en 3 frentes. El primero lo forma la industria farmacéutica, pero no hay que olvidar que el desarrollo de una vacuna es un proceso muy caro debido a los requisitos de seguridad y la envergadura de los ensayos clínicos. Desarrollar una vacuna cuesta unos 800 millones de dólares (680 millones de euros) y lleva mucho tiempo. El segundo frente pasa por utilizar los recursos económicos de las grandes fundaciones. Pero en mi opinión la solución pasa por el tercer frente: fabricar las vacunas en los propios países pobres, algo que ya se está haciendo en India o Brasil, pero desgraciadamente todavía no en África.

–¿Cómo se puede lograr?
–Mediante acuerdos entre las multinacionales y los fabricantes de dichos países con el fin de transferir tecnología. Sin embargo, esta solución choca también con las carencias organizativas de esos países. Incluso cuando disponen de vacunas, no siempre resulta fácil vacunar a los niños. Hay que concienciar a los gobiernos de que invertir en salud mejora la situación económica de su país.

–Ha mencionado la aparición de nuevos virus, como el de la gripe A o el H5N1. ¿Estas amenazas, de alguna manera, pueden afectar a la financiación de los programas de vacunación en los países en desarrollo?
–Es muy difícil de predecir. Posiblemente lo único que podemos hacer es “esperar y ver lo que pasa”. Es posible que la gripe A sea un importante problema de salud pública en invierno, pero averiguar el futuro es muy complicado. Desde luego, si ocurre esa epidemia, deberíamos estar preparados para dar una respuesta en términos de vacunación para todo el mundo. Lo que probablemente pueda pasar es que gracias a los avances en la tecnología para el diseño de vacunas podramos disponer de preparados eficaces contra el virus de la gripe A. También es posible que este año, si llega el virus a los países subdesarrollados, provoque un desastre...

–Malaria y sida son 2 grandes asignaturas pendientes. Este año los resultados de un estudio con un candidato contra el VIH, el estudio STEP, han sido muy desalentadores. ¿Hacia dónde debe ir la investigación?
–El problema fundamental a la hora de desarrollar una vacuna contra el VIH no es económico, sino más bien que estamos ante un complejo problema biológico. Algunas personas creen que es imposible generar una vacuna eficaz contra el VIH. No creo que lo sea, pero sí considero necesario hacer lo que hemos hecho con otras vacunas; es decir, que la vacuna genere anticuerpos neutralizantes, una respuesta de células T. Y todo esto sólo ocurre cuando un individuo se expone al virus. Y el problema es que todavía no hemos sido capaces de desarrollar métodos que provoquen alguna de estas 2 respuestas. Es decir, si dispusiéramos de una metodología capaz de hacer esto, entonces tendríamos una vacuna.

»El problema no es tanto el dinero. En Estados Unidos, por ejemplo, los investigadores se han parado y han decidido volver a la investigación básica. Se han dado cuenta que con lo que tenemos ahora nunca vamos a tener éxito. Puede haber buenas noticias a finales de este año. Un estudio que se está llevando a cabo en Tailandia con un nuevo candidato, y que finalizará en septiembre de 2009, no se ha parado. Eso es ya una buena noticia: o bien funciona o al menos no es peligrosa.

–El concepto de una vacuna con una eficacia del 50% resulta nuevo, ¿no debería ser superior?
–Es cierto, pero tenemos que pensar que es casi imposible lograr una vacuna efectiva en un 100%. Hay que tener en cuenta que si reducimos la cantidad de virus en la población, esto tendría un importante impacto en la epidemia. En el caso del sida no hemos sido capaces de producir un anticuerpo que neutralice todas las cepas del VIH. Ahora tenemos métodos para producir una respuesta celular y esperamos que los ensayos demuestren que dicha inmunidad celular es capaz de reducir la carga vírica (número de virus en sangre) para que la persona, aunque esté infectada, pueda vivir muchos años sin necesidad de tratamiento. Limitar la cantidad de virus en sangre reduciría también la cantidad de virus circulante en la población. Se ha calculado que incluso una vacuna con una eficacia del 50% reduciría la epidemia y podría llegar a controlar la infección por el denominado “efecto rebaño”.

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